Educación equilibrada
Los niños necesitan ser traviesos. Si no se les permite ser traviesos y se les reprime o restringe, se volverán necios más adelante y sus padres no podrán controlarlos. Cuando los niños son traviesos en un espacio no restringido, como por ejemplo en una instalación como un ashram, ¿a quién le importa? Los niños pueden correr cinco veces de un extremo al otro del terreno. Pueden jugar, hacer travesuras y agotar toda su energía, y luego duermen bien. Ese tipo de travesuras son bal lila, juegos de niños.
Los niños tienen un exceso de energía. Por lo tanto, necesitan correr, jugar y disfrutar de muchos juegos. No es bueno que se limiten a sentarse y estudiar solos. Hay que equilibrar su energía. Los padres tienen la mala costumbre de regañar a sus hijos y decirles: «No estás estudiando. ¿Has hecho los deberes?». A los niños nunca se les pregunta: «¿Por qué no vas a jugar al fútbol?» o «Hoy dan una buena película. Toma algo de dinero y ve a verla». La gente cree que sus hijos tienen el mismo nivel de conciencia que ellos.
Los niveles de conciencia de un padre y de su hijo de seis años son totalmente diferentes. Cuando el niño dice: «Quiero ver una película», en su mente hay una idea diferente de cuando el padre de treinta años quiere ver una película. Los niños no tienen una motivación impura; su nivel de conciencia es muy alto. Los niños están muy cerca de Dios. Es verdad que los niños son puros. Este estado de inocencia se describe en la primera parte del Ramacharitamanas, donde se describe la infancia de Rama.
¿Jugar o estudiar?
Hay que tomar medidas para que los juegos o los deportes se conviertan en una asignatura en la escuela. Los juegos podrían ser obligatorios para todos los niños excepto para los que tengan problemas físicos. Los juegos, el teatro y las competencias musicales deben ir a la par con las actividades intelectuales. ¿De qué sirve enseñar a su hijo que Akbar nació en 1615 y Aurangzeb en 1750? ¿Quién quiere saber toda esa historia? Cuando los niños tengan tiempo y quieran leer, déjenles hacerlo, pero no se lo impongan como parte de su educación. No es necesario sobrecargar a los niños con demasiados conocimientos librescos.
Los niños no se hacen grandes a través del estudio o las calificaciones. Se hacen grandes por la calidad de su mente, su inteligencia y su receptividad. Esto se basa en cuánto sean capaces de recibir, retener y dar. Esto no significa que uno no deba estudiar. Uno debe obtener cualificaciones porque hoy en día éste es el sistema en todo el mundo y debemos respetarlo. Pero cuando a los niños se les pregunta continuamente si han hecho los deberes, les entra el miedo de no sacar buenas notas en los exámenes. Se preocupan por lo que dirán sus padres porque si fracasan, saben que tendrán que dar la cara.
Los escolares siempre tienen miedo de fracasar en sus exámenes. ¿Qué importa si fracasan? Los padres deberían decir a sus hijos: «No importa, si fracasas puedes volver a intentarlo». Pero los padres no tienen el valor de decir tales cosas, así que sus hijos piensan: «Otros estudiantes están
luchando por alcanzar la primera división. Si sólo consigo una segunda división, ¿qué dirá papá?». Esta idea que se inculca a los niños arruina toda su personalidad. En lugar de eso, hay que decirle al niño: «Ve y estudia si quieres, pero no te preocupes demasiado por ello».
Sabemos que muchos estudiantes que se quedaron rezagados en sus estudios escolares llegaron a tener carreras brillantes. Isaac Newton, que descubrió la ley de la gravedad, era un mal estudiante, pero se convirtió en un científico destacado, y hoy en día la ley de la gravedad es la base de todos los experimentos científicos. Si un niño es un estudiante mediocre, no significa que vaya a seguir siendo mediocre toda su vida. En mi época escolar era muy malo en matemáticas, pero hoy puedo hacer cualquier cálculo sin calculadora. Uno tiene que ser capaz de enfrentarse los problemas de la vida, ya sean empresariales, familiares o institucionales. Si no puede, ¿de qué sirve ser un estudiante de primera?
La noción popular es que, si los niños juegan y se divierten, fracasarán en sus estudios y en la vida, pero no es cierto. En cambio, si tienen tiempo para jugar y divertirse, tendrán éxito, y si estudian demasiado, echarán a perder su vida. Jugar equilibra las energías musculares y nerviosas de los niños y hace circular la sangre por todo el sistema muchas veces. Si un niño se pasa el día sentado frente al televisor o estudia con las piernas levantadas sobre la mesa, su circulación sanguínea se vuelve muy lenta, como un desagüe obstruido. Sus estudios se resienten.
El poder de los niños para captar cosas nuevas es normalmente tan fuerte que un profesor sólo necesita enseñarles algo una vez. Los niños escuchan una canción del cine una sola vez y son capaces de memorizarla, pero necesitan un tutor que les ayude a aprender de sus libros escolares. Hay que dejar que los niños jueguen libremente. Me apena ver lo que se hace con los niños hoy en día.
Suele haber una brecha muy grande entre el estado mental de los profesores y el de los jóvenes escolares. Cuando uno enseña tiene que ser consciente de esta brecha. Hay que bajar al nivel de los alumnos para poder enseñarles. Un profesor no debe estar siempre diciendo: «Haz esto, no hagas aquello». No hay que tatar de encontrar siempre defectos en el niño. Un profesor no es un policía ni un cazador. Debe ser más bien un compañero cariñoso que puede convertirse en su maestro cuando el niño tenga diez o doce años. Hasta los siete años, olvídense de que tienen que enseñar nada a los niños. Debe haber educación a través de samskaras positivos. Hay que dejar que los niños crezcan y se desarrollen de forma natural: que canten, jueguen, hagan ruido y travesuras. No hay nada malo en ello.
Un punto importante que hay que recordar es no decirle al niño lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno y lo que es malo. Esta distinción es el complejo de una mente culpable. No introduzcan este sentimiento de culpa en la mente de los niños. Cuando crezcan y se conviertan en adultos, conocerán la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo. Incluso los pájaros y los animales lo saben. Los padres no deben decir a sus hijos que lean mucho, que estudien mucho o que intenten ser grandes o importantes. Dejen que disfruten de su escolarización. Deben pensar que sus profesores en la escuela son buenos, cariñosos y amables. Esto generará un sentimiento de unidad en sus corazones.
Finalidad de la educación
La educación tiene dos propósitos. El primero es dotar de cualificaciones para poder ganarse la vida. A través de la educación uno recibe instrucción sobre el mundo exterior. Esto es apara vidya, conocimiento formal, académico o mundano que le ayuda a ganarse la vida en el día a día. Proporciona conocimientos empíricos sobre matemáticas, ciencia, astronomía, física, química, biología y otras ciencias materiales. El segundo propósito es impartir conocimientos sobre el mundo interior mediante los cuales pueda eliminar la oscuridad de la ignorancia que hay en su interior. Esto es para vidya, el conocimiento espiritual. Esta forma de educación les instruye sobre ustedes mismos, su cuerpo y su trato social. En el sistema educativo actual no tenemos ni lo uno ni lo otro.
En los sistemas educativos de todo el mundo sólo se hace hincapié en el conocimiento empírico. Un solo tipo de educación no servirá para todo el mundo. En África, América Latina, el Sudeste Asiático, China y Asia Central, sólo se adoptó un único sistema educativo, por eso hay desequilibrio económico. Hay mucha frustración intelectual. Los estudiantes pasan muchos años en el colegio y la universidad, pero no tienen trabajo cuando se gradúan.
El objetivo de la educación debería ser doble. En primer lugar, debería hacer que los estudiantes fueran capaces de ganarse el pan sin pasar tantos años en la escuela. En segundo lugar, debería desarrollar la personalidad para que los estudiantes puedan descubrir su propio yo. Por falta de este tipo de educación hay desorden social en todos los continentes, porque no hemos descubierto formas adecuadas de educación para los diferentes tipos de personas. Hay que enseñar a los niños desde pequeños a hacer frente a las exigencias de la vida cotidiana según sus circunstancias particulares. Una persona en Europa Occidental tiene que hacer frente a determinadas circunstancias. En África, Asia y América Latina, las circunstancias son totalmente diferentes.
Lo que aprendí en la escuela nunca me resultó útil. A los ocho o diez años uno es muy brillante, y a los dieciocho o diecinueve está lleno de conflictos y problemas. Desperdicié mi preciosa juventud aprendiendo cosas inútiles sobre geografía e historia. Lo que memorizaba de los libros de historia por la noche lo olvidaba por completo por la mañana. En cambio, todo lo que aprendí durante doce años en el ashram de mi gurú me ha sido útil durante toda mi vida. Hasta la más pequeña enseñanza práctica resultó muy valiosa. Aprendí jardinería, cocina, mecanografía, contabilidad, teneduría de libros, traducción, redacción de artículos, imprenta y todos los aspectos del trabajo de construcción. Swami Sivananda me dio un conocimiento ciento por ciento perfecto que resultó ser de gran utilidad. La lección más valiosa que aprendí fue que la vida siempre fluye, siempre avanza. Uno tiene que limitarse a observar el mundo fenomenal tal y como viene y tomárselo con calma.
El deber espiritual de los padres
Cuando nacen los niños, es deber de los padres iniciarlos en la vida espiritual, no en la religión. Un niño es un experimento. Es bueno tener un hijo. ¿Por qué no? No hay nada malo en tener una relación y producir hijos, pero los hijos no deben ser la alegría del alma inferior. Cada hijo que una madre produce es una encarnación divina, un producto de Dios. Los padres deben tratar esa creación de Dios como un experimento. ¿Cómo llegará a ser grande ese niño? El niño debe tener una personalidad propia. Los niños que reciben constantemente el amor de sus padres, que nunca buscan el amor en sí mismos, que nunca buscan la dicha en su interior, que siempre van detrás de sus padres lloriqueando como un cachorro, no tendrán una personalidad fuerte.
Los padres quieren que sus hijos aumenten su propio ego. Sus hijos no deben desprestigiar su nombre ni dar pie a que la gente les señale con el dedo. Un niño está ante usted. ¿Cómo pueden convertirlo en una obra de arte? Cincélenlos a él, a ella. En la piedra bruta se esconde una bella estatua. Dios ha producido esa materia prima que está ante usted. Ahora conviértanla en una obra de arte.
Rikhia, 1994. Tomado de Yoga magazine, septiembre 2005