El propósito de la educación
La educación es la raíz. La cultura es la flor. La sabiduría es el fruto.
Todo estudiante debería reflexionar con calma y detenimiento y comprender primero cuál es el verdadero significado y propósito de la educación. Sin comprender esto, la búsqueda ciega de un diploma o un título se convierte en una burla estéril que termina inevitablemente en desilusión.
La educación no es la acumulación de información, y su finalidad no es la mera búsqueda de una carrera. Es un medio para desarrollar una personalidad plenamente integrada y permitirle a uno crecer eficazmente a semejanza del ideal que se ha fijado para sí mismo. La vida estudiantil es un periodo precioso de cultura interior, un periodo dedicado a la importantísima tarea de sentar las bases del propio carácter y de la propia personalidad. Sólo de ello depende el hacer o el estropear la propia vida futura.
Es necesario esforzarse primero por desarrollar un discernimiento selectivo de lo que es verdadero, puro, noble, digno, perdurable y grande, y detectar lo que es indigno, impuro e innoble. Paralelamente, los alumnos también pueden desarrollar una intensa aspiración hacia los valores perdurables y dignos de la vida, y una firme determinación para atenerse a ellos y rechazar lo mezquino y lo mundano, sin vacilaciones.
Bien sea que las escuelas y los institutos ayudan a los jóvenes a hacerlo o no, los propios estudiantes pueden esforzarse con toda seriedad por moldearse a sí mismos en la línea correcta, bajo la inspiración de las grandes obras y las vidas de personalidades eminentes. De esta manera, sus vidas serán bendecidas.
La educación como iniciación a la vida
Recuerden que la educación no consiste simplemente en enseñar algunos medios para ganarse la vida, algunos principios de ciudadanía, etc., sino también en desarrollar la espiritualidad y la moralidad. La verdadera educación imparte una iniciación a una vida de nobles aspiraciones y valores sagrados. Hay que recordar que todos los estudios están destinados al esclarecimiento de la mente y a la iluminación del alma. No están destinados a la gloria vana.
La educación debe preparar a la persona para afrontar la vida con valor y fortaleza. Debe erradicar la naturaleza burda y los instintos animales y transformarlo a uno en un alma pura y noble. La educación debe ocuparse de todos los aspectos variados de la vida. El sentido del deber, de la responsabilidad como individuo, como miembro de la familia y de la sociedad y como ciudadano de una nación se debe alimentar en el estudiante. Sólo así se puede obtener una visión amplia, una capacidad de juicio equilibrada y un intelecto agudo.
El objetivo de la educación es elevarnos por encima de los estrechos surcos de la intolerancia, la torpeza, la hipocresía, el fanatismo y el egoísmo. Una persona intolerante carece de educación. Una persona fanática no tiene educación. La superstición no es educación. La educación más
elevada es la que inculca el amor puro, el valor y el sentido del deber, el equilibrio mental, la devoción, la fe, el discernimiento, la tolerancia, el desapasionamiento y el conocimiento del Ser.
La cultura del gurukul
Existe un gran abismo al comparar el sistema educativo actual con el antiguo sistema del gurukul. Cuando los estudiantes terminaban su curso de estudio, los rishis daban nuevas instrucciones: «Di la verdad. Cumple con tu deber. No te desvíes de la Verdad. Mantén tu bienestar y prosperidad. Mantén el aprendizaje y las enseñanzas de los Vedas. Que la madre sea tu Dios. Que el padre sea tu Dios. Realiza sólo acciones que sean irreprochables. Concéntrate en realizar buenas obras y nada más». Todos los alumnos del gurukul conocían el pranayama, el mantra, el yogasana, el Bhagavad Gita, el Ramayana, el Mahabharata y los Upanishads. Cada estudiante poseía las cualidades de humildad, autocontrol, obediencia, espíritu de servicio y abnegación, una naturaleza cortés y, por último, pero no por ello menos importante, el deseo de adquirir atmajnana (conocimiento del Ser). Éste era el rasgo predominante de la cultura antigua.
El desarrollo de la conciencia espiritual
La educación debe tener siempre como objetivo el desarrollo de una actitud espiritual ante la vida. La espiritualidad no obstaculiza el progreso material. De hecho, refuerza los intereses materiales. El avance real y el bienestar de toda sociedad y nación dependen de una base educativa adecuada.
Para que un sistema educativo sea moralmente eficaz, debe descansar sobre una base espiritual. Sólo si esto está asegurado, la ciencia servirá eficazmente a los intereses de la humanidad. Un énfasis desigual, ya sea en las humanidades o en la ciencia únicamente, no servirá a los intereses del país. La ciencia no carece de Dios. Pero la ciencia y la tecnología por sí solas no pueden garantizar la paz y la armonía perfectas. Las humanidades por sí solas no pueden curar los males de la pobreza ni salvaguardar la libertad del país. Debe haber un desarrollo de síntesis de ambas.
El arte de vivir
La educación es la formación en el arte de vivir. Es un proceso de extracción de todas las potencialidades positivas latentes en el alumno para refinar y elevar la mente. Se dice que el hombre es un animal pensante. Este proceso de pensamiento debe ser ayudado por la educación para disciplinar los instintos animales. La educación debe revelar el sentido correcto de los valores sobre los que construir la propia vida. La función de la educación es ayudar a la evolución de la humanidad, que es el movimiento hacia la perfección. La educación recibida debe apoyar el crecimiento integral de la personalidad y la tarea de desarrollar las capacidades, facultades y talentos naturales. La vida se debe vivir dignamente para un fin noble, de forma racional y correcta. La educación desempeña un papel importante en el desarrollo de la conciencia para convertirse en la guía en la vida.
Los estudiantes son los constructores de la nación del mañana. La vida de un estudiante es una preparación para asumir las grandes responsabilidades del futuro. Permitamos que los estudiantes comprendan bien esto y se disciplinen ante todo. Que la voz de las escuelas y colegios sea de simpatía, servicio, disciplina, amor, cultura y compañerismo, donde todos los maestros y profesores demuestren su valía. La regeneración del individuo y de la joven generación significa la mejoría de toda la nación.
Importancia de la educación temprana
La educación de un niño comienza incluso desde el vientre materno y, a partir del momento en que el niño ve la luz del día, el proceso que dura toda la vida se acelera. Aunque es probable que un niño se vea influido por contactos buenos y malos a lo largo de la adolescencia y la edad adulta, los hábitos de pensamiento, acción y sentimiento que se forman durante esos primeros días perduran toda la vida. La naturaleza virtuosa de la personalidad se siembra durante la infancia.
El paso más importante para obtener la excelencia de la que es capaz una naturaleza tan tierna consiste en comenzar el crecimiento del niño de la manera correcta. Las primeras nociones del mundo se aprenden estando cerca de la madre, del entorno inmediato y de los compañeros de juego. El entorno proporciona un medio eficaz para la educación y la buena instrucción de los pequeños. Aquí el entrenamiento esencial consiste en despertar la percepción aguda y fresca para observar correctamente, registrar correctamente, inferir con justicia y expresarse con delicadeza. Desde los primeros días de escuela, bajo la dirección de buenos maestros, es necesario animar a los niños a desarrollar el hábito de agrupar, clasificar y deducir las cosas por sí mismos.
Cuando se descuida la salud de los niños hay pocas posibilidades de que desarrollen una gran calidad de inteligencia y de carácter, por no hablar del físico. La formación física de un niño es una cuestión de gran importancia. Un cuerpo fuerte, puro y sano es necesario para la plena expresión del alma que se desarrolla en su interior. Por lo tanto, la dieta de un niño debe ser sana y nutritiva, sin sobrecargar el sistema digestivo.
Los profesores, los padres y los adultos deben dar al niño una buena dosis de libertad. Deben proporcionar el mejor material que permita al joven sentir y experimentar sus aptitudes y facultades aún en formación. Enseñar con el ejemplo, en lugar de con una orden que uno mismo es incapaz de practicar, ese es el modo más firme de instrucción.
Nunca se debe ridiculizar a un niño. Como adulto, uno debe intentar comprender la naturaleza del niño. La amabilidad, el afecto y el amor son mucho más eficaces para formar a los niños que las amenazas y los castigos. En última instancia, el objetivo de la verdadera educación es sacar a la luz la divinidad latente que yace oculta dentro de cada ser humano. La iluminación espiritual es el fruto de la verdadera educación interior.
Tomado de Revista Yoga, septiembre 2005