Hacia la belleza, el equilibrio y la armonía
En los libros de filosofía, yoga o temas espirituales, varios autores suelen decir que, para ser un triunfador en la vida espiritual, el aspirante tiene que ser como un guerrero que lucha y supera la negatividad, las carencias y las debilidades. Sin embargo, esta idea va en contra de los preceptos y principios espirituales del yoga, que enseña: «Sé un agricultor, no un guerrero».
De nada sirve ganar a costa de muerte, destrucción y sufrimiento. De otro lado, sí hay belleza en ser agricultor ya que plantas semillas, las cuidas, garantizas su seguridad y crecimiento, y más tarde disfrutas de los frutos. En el yoga, la vida espiritual es convertirse en el agricultor de nuestra propia vida. Un agricultor, con su esfuerzo, convierte un terreno estéril en un hermoso jardín. Ese es el aspecto espiritual del yoga.
Tienes que mirar tu vida y convertirla en un jardín. Siembra las cualidades positivas, la fuerza y convicción interior, la fuerza de voluntad, la comprensión, la sabiduría, la compasión, el amor y el deseo de servicio y purificación; estos son los elementos que definen la progresión en la vida espiritual. Recuerda que la vida no es sufrimiento ni supervivencia, sino una sucesión de momentos de felicidad, alegría, paz y dicha. Si captas estos momentos, entonces vivirás una vida plena porque, en cambio, habrás creado una secuencia y una continuidad. Si piensas en la vida como sufrimiento, lucha y supervivencia, entonces no verás la belleza. Cuando empiezas a plantar semillas positivas, éstas cambian la calidad de tu vida, y eso te convierte en un yogui.
En sánscrito, hay tres palabras: yogui, bhogi y rhogi. Un yogui es un practicante de yoga, un bhogi es el que disfruta y un rhogi es el que está enfermo. En la vida normal estamos en el camino del medio, buscando el bhoga, el disfrute. Mientras el disfrute sea equilibrado, te convertirás en un yogui, pero si está desequilibrado, entonces te convertirás en un rhogi. Un bhogi es alguien que disfruta, vive y actúa, alguien que forma parte del mundo entero. Todos somos bhogis, “disfrutadores”. A medida que aumenta el afán por el placer, nos volvemos más materialistas y entramos en un estado de desequilibrio, que conduce a una mala salud en el cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu. Pero si somos capaces de regular nuestro disfrute, si somos capaces de dirigir nuestros esfuerzos hacia el equilibrio, entonces nos convertiremos en yoguis, quienes experimentan la armonía en la vida.
En el sistema del yoga, el esfuerzo no es hace para volverse iluminado o espiritual. La iluminación o la realización es el resultado de una personalidad equilibrada y armoniosa, que no está en conflicto consigo misma ni con otras personas, situaciones o condiciones, sino que está equilibrada. La iluminación no es el objetivo final de la vida. El objetivo es el manejo de la mente, pues el resto es solo un resultado de la armonía interior que uno es capaz de experimentar a través de las prácticas yóguicas de meditación, conciencia y contemplación. Este es el objetivo del yoga, y en este punto el yoga no solo sigue siendo una práctica, sino que se convierte en un estilo de vida.
Si el yoga es solo una práctica, algo que haces en una clase, no lo llevarás contigo fuera; pero si el yoga es un estilo de vida, permanecerá dentro de ti las veinticuatro horas del día, estés donde estés o sean cuales sean tus circunstancias. Vives el yoga. Esa es la culminación, el gran final que deseamos ver. No queremos ver a alguien que pueda practicar la meditación durante ocho horas sin mover su cuerpo pues eso es inútil. Todo lo que haces es perder el tiempo en imaginaciones y fantasías mentales. Si te esfuerzas, recibirás más beneficios que si simplemente cierras los ojos. Por lo tanto, necesitas comprender que el yoga no es escapar de la vida, sino correr hacia ella con los brazos abiertos y con una actitud de aceptación, con la actitud de mejorar la capacidad de actuar, pensar y comprender. Este es el fundamento básico del yoga. Partimos con el propósito de mejorar el bienestar del cuerpo, alcanzar paz mental y experimentar el despertar espiritual. Estos tres objetivos tienen que ir juntos para que las raíces de nuestra vida sean fuertes y puedan resistir cualquier tipo de tormenta o tempestad que se nos presente.
Las experiencias espirituales y místicas son el resultado de una mente entrenada, una mente que ha sido disciplinada y despertada por la incorporación de diferentes actitudes y cualidades para elevar la conciencia humana. La tendencia general es hablar mucho, amar poco y odiar mucho. Hablemos menos, amemos más y odiemos menos. ¿Cuánto tiempo vamos a estar sometidos a las agonías que se generan por nuestro orgullo, nuestras ambiciones y nuestras aversiones? Tenemos que conectarnos con el yo positivo en algún momento.
El yoga proporciona los instrumentos para conectarse con el yo positivo y creativo. Este yo creativo y positivo se nutre y alimenta de las cualidades del amor, la compasión, la pureza y la comprensión. Tenemos que mantener estas cualidades porque nos convierten en verdaderos seres humanos. Esta ha sido la enseñanza de todas las tradiciones espirituales.
El yoga permite conquistar nuestro espacio interior. Esta es la enseñanza de nuestra tradición y también la que encontramos en la antigua cultura precolombina. Hay muchos países en el mundo donde se practica el yoga, pero solamente unos pocos que tienen el potencial de experimentar el yoga, de vivirlo. La India es uno de estos países, Colombia es otro, y posiblemente otros países sudamericanos también lo sean, porque la cultura yóguica se extendió hasta los Andes y no está restringida a una ubicación geográfica. Así como la energía se mueve en la columna vertebral, de la misma manera el yoga se ha trasladado a través de los Andes a los países sudamericanos. Aquí encontramos buscadores muy puros y sinceros que, si se les da la oportunidad, la formación y la enseñanza adecuadas podrán volver a vivir una vida yóguica y experimentar la unión con otros seres y el cosmos. Esta unión es una expresión de amor y compasión, porque la unión sin amor y compasión, empatía y unidad, pureza y servicio no es unión. Es una actitud mental, una actitud mental desinteresada, positiva y constructiva.
En pocas palabras, el yoga es un proceso de sublimación del comportamiento normal y natural hasta un punto en el que se convierta en universal. El yoga nos enseña a salir de la cáscara personal. Antes de que una semilla pueda brotar, tiene que morir, solo cuando se rompe la cáscara se ve el brote. De la misma manera, el yoga nos ayuda a romper la cáscara del egoísmo y el egocentrismo para permitir que tenga lugar el brote espiritual donde hay belleza, calma y paz. Esto es lo que buscamos en nuestra vida en la sociedad actual.
2005, Colombia
Revista Yoga, febrero 2020